viernes, 3 de abril de 2020

Un cuento para la cuarentena

Este cuento fue escrito por Carl Gustav Jung en la década de 1960 y publicado en si "Libro Rojo". 

- "Capitán, el chico está preocupado y muy agitado a la cuarentena que nos han impuesto en el puerto."

- "¿Qué te inquieta, chico? ¿No tienes bastante comida? ¿No duermes bastante?"

- "No es eso, Capitán. No soporto no poder bajar a tierra y no poder abrazar a mi familia"

- "¿Y si te dejarán, y tuvieras la enfermedad, soportarías la culpa de infectar a alguien que no puede soportar la enfermedad?"

- "Entiendo lo que quieres decir, pero me siento privado de mi libertad, Capitán, me han privado de algo"

- "Prívate tú de algo más."

- "¿Me está tomando el pelo? Entonces según usted, si me quitan algo, para estar bien. ¿Debo quitarme alguna cosa más por mi mismo?

- "Así es. Lo hice en la cuarentena de hace 7 años."

- "¿Y qué es lo que se quitó?

- "Tenía que esperar más de 20 días sobre el barco. Eran meses que llevaba esperando llegar al puerto y gozar de la primavera en tierra. Hubo una epidemia. En Port April nos prohibieron bajar. Los primeros días fueron duros. Me sentía como vosotros. Luego empecé a reaccionar a aquellas imposiciones no utilizando la lógica. Sabía que tras 21 días de este comportamiento se crea una costumbre, y en vez de lamentarme y crear costumbres desastrosas, empecé a portarme de manera diferente a todos los demás. Reflexioné sobre aquellos que tienen muchas privaciones cada día de su miserable vida y decidí vencer. Empecé con el alimento. Me impuse comer menos de lo que comía habitualmente, luego empecé a seleccionar los alimentos más digeribles, para que no se sobrecargase mi cuerpo. Pasé a nutrirme de alimentos que, por tradición, habían mantenido al ser humano en salud. El paso siguiente fue unir esto una depuración de pensamientos malsanos y tener cada vez más pensamientos elevados y positivos. Me impuse leer al menos una página cada día de un tema que no conocía. Me impuse hacer ejercicios en la cubierta del barco. Un viejo hindú me había dicho años antes, que el cuerpo se potenciaba reteniendo el aliento. me impuse hacer profundas respiraciones completas cada mañana. Creo que mis pulmones nunca habían llegado a tener tanta capacidad y fuerza. La tarde era la hora de dar las gracias a una cualquiera entidad por no haberme dado privaciones serias durante toda mi vida. El hindú me había aconsejado también adquirir la costumbre de imaginarla luz que entra en mí y para hacerme más fuerte. Podía funcionar para la gente querida que estaba lejos y así integré esta práctica en mi rutina  diaria sobre el barco.

En vez de pensar en todo lo que no podía hacer, pensaba en lo que habría hecho una vez bajado a tierra. Visualizaba las escenas cada día, las vivía intensamente y gozaba la espera. Todo lo que podemos obtener enseguida, nunca es interesante. La espera sirve para sublimar el deseo y hacerlo más poderoso. Me había privado de alimentos suculentos, de jugar a las cartas, de dormir mucho, de estar ocioso, de pensar solo en lo que me habían quitado."

- "¿Cómo acabó Capitán?"

- "Adquirí todas aquellas costumbres nuevas. Me dejaron bajar después de mucho más tiempo de lo previsto."

- "¿Os privaron de la primavera, entonces?"

- "Si aquel año me privaron de la primavera, y de muchas cosas más, pero yo había florecido igualmente. Me había llevado la primavera dentro de mí y nadie nunca más habría podido quitármela"